Ángeles Martínez González

Acompañante

Me llamo Ángeles y nací en Elda en agosto de 1971. En casa recibí una educación un tanto autoritaria y esto ha marcado mi carácter. Fui encasillada en el rol de “hermana mayor y encargada de…”, cuando en realidad me sentía tan “pequeña” como mis hermanas. Fui una niña obediente, que no mostraba confrontación a esa autoridad (paterna o materna) por la que se sentía limitada, hasta que descubrí lo bien que sienta para la autoestima poner un límite firme y que se respete.

Estuve en varios colegios públicos donde recibí una educación “tradicional”. Aun así, recuerdo el cariño y el cuidado que me dieron algunxs de mis maestroxs, que me gustaba ir a clase, disfrutaba compartiendo momentos con mis compañerxs más afines y, sobre todo, aprendiendo cosas nuevas y sintiendo mucha emoción cuando yo sola conseguía superar algún reto o tenía algún maestrx que era evidente que amaba su profesión. Esto me inspiraba y alentaba mi curiosidad.

Mi vocación profesional llegó tardía, según los tiempos ordinarios. Alrededor de los 30 y después de una crisis personal decidí romper roles familiares y convencionalismos sociales y estudié magisterio. Esta etapa la recuerdo como una oportunidad para reconducir mi vida. Me sentí libre, muy motivada y contenta de prepararme para dedicarme a la enseñanza. Comencé a ejercer en Cataluña. Me apunté a bolsa y fue haciendo sustituciones por varios lugares, hasta que me afinqué en Barcelona. Allí descubrí dos cosas importantes para mi trayectoria posterior. Una que no me gustaba enseñar en la “escuela tradicional” en las que estuve. Me aburría hacer fichas, algunas tan caducadas que, todavía, se presentaban en pesetas los problemas de matemáticas. No le encontraba el sentido a algunas de las actividades que se hacían y, sobre todo, el tiempo que se empleaba. Me parecía que todo iba a un ritmo no ajustado a la necesidad de la infancia y que por eso mismo tampoco se tenían en cuenta otros aspectos de la persona también importantes como es la vinculación, su estado de ánimo…

Lo segundo que descubrí fue la “educación viva”, de la mano de Jordi Mateu. Y esto cambió mi vida.  

 

Hice su formación, que me sirvió para desaprender, abrir la mente a otra educación y crianza. Seguí formándome en espacios de Barcelona que son referentes de la educación respetuosa, como Xantala y La Caseta. Recuerdo que la primera mañana que pasé en Xantala lloré de puro alivio, algo muy profundo en mí pudo sentir que lo que había deseado, incluso de niña, era posible. Experimenté que hay espacios educativos donde el movimiento es libre, donde se decide, donde se dialoga, donde el ritmo es pausado y hay tiempo para el “no lo sé todavía”, “me lo pienso”, donde se puede SER sin recibir juicios, donde se puede subir a los árboles, donde hay límites amorosos que contienen y arrojan luz y sentido a lo que ocurre alrededor, donde las familias se implican y se nutren… 

Después de aquella vivencia tuve claro que quería formar parte, como acompañante, de alguno de estos espacios. La oportunidad se presentó, tiempo después, mientras seguí formándome en Psicomotricidad Vivencial. Entonces dejé de trabajar en la escuela pública y empecé a acompañar a 6 familias, con criaturas de 1 a 3 años, en un “grup de criança” en Poblenou. El grupo con los años fue creciendo hasta llegar a 12 y las acompañantes también. Esta etapa fue muy intensa. Acompañar los procesos de las criaturas y de sus progenitores exige vocación y energía.

Me emociona ver en lo que se convierte cada infante si está en un espacio adaptado a su ritmo y momento vital, si se le ofrece seguridad y sostén a través de una vinculación gestada con el tiempo que necesita la criatura, si la mirada es respetuosa para que construya su autoestima y autoconcepto. Me emociona toda la grandeza y belleza que hay dentro de cada una de las criaturas que he tenido el regalo de acompañar.

Con el paso de los años, sentí nostalgia de mi tierra y de estar más cerca de la familia. Me cansé del ritmo de la gran ciudad. Anhelaba vivir en una ciudad más pequeña y dedicarme a lo que me gusta en mi casa y volví.  

Entonces busqué escuelas respetuosas por la zona y encontré espacioVIVO. Contacté y se presentó la oportunidad de formar parte del equipo. ¡¡Y así nos hemos encontrado!! En este momento estoy agradecida, ilusionada y con ganas de entregar a la infancia lo que considero que le pertenece.

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